jueves, 7 de marzo de 2013

El Colesterol


INTRODUCCIÓN: SE DESCUBRE EL COLESTEROL
La "historia" del colesterol no es muy diferente a la historia de otras sustancias fundamentales para nuestra vida, ya que su desarrollo en el tiempo incluye intuición, esfuerzo, paciencia, experimentación, ingenio y creatividad. La primera evidencia sobre la existencia del colesterol se la debemos al fisiólogo y anatomista francés Poulletier de la Salle, quien en 1769 aisló una sustancia de carácter "aceitoso" (según su propia definición) desde la vesícula biliar de cadáveres. Imaginamos que lo que extrajo fueron cálculos biliares y que la sustancia "aceitosa" la obtuvo al macerar y tratar de extraer de los cálculos su contenido. Quien redescubrió el colesterol años después, fue el gran químico, también francés, Michel-Eugéne Chevreul (1786-1889) a quien se reconoce como el "padre" del conocimiento que actualmente tenemos sobre los lípidos en general y sobre las grasas y aceites en particular (1). Chevreul, en 1824, separó de la bilis humana una sustancia que identificó como "similar a una grasa" y que llamó "colesterina" (la que no era otra cosa que el colesterol). Más aún, identificó que la colesterina era el principal componente de los cálculos biliares, algo ya observado por de la Salle. La asociación del colesterol con la formación de los ateromas y con la aterosclerosis no fue sencilla, ya que debieron transcurrir muchos años más para que esta vinculación fuese aceptada por la comunidad científica y médica. Este trabajo resume, en forma no exhaustiva, los principales descubrimientos que permitieron establecer en forma inequívoca la asociación entre el colesterol, la aterogénesis y las enfermedades cardiovasculares.
LA ASOCIACIÓN ENTRE EL COLESTEROL Y LA ATEROGÉNESIS
La aterogénesis, o formación de ateromas, que conduce como ya es conocido a la arteriosclerosis, es una de las más importantes causas de muerte por enfermedad cardiovascular, por lo cual vale la pena detenerse en los orígenes del conocimiento sobre esta patología y su posterior relación con el colesterol. Es una enfermedad que ha causado la muerte de millones de personas durante toda la historia del hombre. Aquejó, entre otras poblaciones a los egipcios, ya que de sus momias tenemos evidencia de la enfermedad. En la época de los romanos y de los griegos, y posteriormente durante la Edad Media, muchas muertes atribuidas a "envenenamiento" resultaron ser, de acuerdo a lo que interpretan los historiadores y patólogos, infartos fulminantes.
Sin embargo, durante muchos siglos esta enfermedad no recibió ninguna atención por parte de los científicos. Incluso, cuando el gran médico inglés Caleb H. Parry publicó en 1799 su descubrimiento de que la "syncope anginosa", o mejor conocida como "angina pectoris", se debía a la obstrucción de las arterias coronarias (2), el hallazgo atrajo muy poca atención.
Durante el siglo XIX el interés por la arteriosclerosis comenzó a aumentar en el mundo científico. Para explicar su origen, en aquella época se proponían tres enfoques diferentes. El primero, el más predominante, postulaba que la arteriosclerosis era un proceso de senescencia y en ningún caso una enfermedad. El segundo enfoque, difundido por Rudolf Virchow, la figura sobresaliente de la medicina, de la patología, y también de la política, durante gran parte del siglo XIX, propuso que la arterioesclerosis era realmente una enfermedad que tenía su origen en alguna alteración metabólica de las propias arterias (3). La tercera visión, defendida vigorosamente por el patólogo austríaco Karl Rokitansky, proponía que el proceso de la arterioesclerosis evoluciona a partir de coágulos que se adhieren a las arterias y que se transforman gradualmente en placas ateroscleróticas típicas (4). Como podemos apreciar esta última visión fue muy acertada.
Sin embargo, estas tres teorías absorbían tanto a sus defensores, que ninguno de ellos intentó enfocar la explicación del problema desde un punto de vista experimental. Además del debate sobre la causa de la arteriosclerosis, había una gran confusión sobre qué capa de la arteria estaba implicada en el comienzo del proceso (aún no totalmente aceptado como una enfermedad en aquella época). Algunos patólogos postulaban que el proceso aterogénico se inicia en el revestimiento interno o íntimo de la arteria, mientras que otros afirmaban que afectaba ante todo a la capa muscular intermedia. También estaban los patólogos que insistían que la capa externa o adventicia de la arteria era el sitio inicial de la formación del ateroma. Fue F. Marchand, patólogo francés-alemán, el que introdujo el término arteriosclerosis en 1904, con el convencimiento de que la patología se inicia en el revestimiento interior de la arteria (5). Marchand diferenció esta lesión de cualquiera que comenzara en otras capas de la arteria.
La primera indicación de que el colesterol podría estar implicado en el origen de la arteriosclerosis se produjo cuando el patólogo alemán A. Windaus comunicó en 1910 que las lesiones ateromatosas contenían seis veces más colesterol libre que una pared arterial normal, y veinte veces más colesterol esterificado (6). Sin embargo, los estudios de Windaus no dieron lugar al descubrimiento de la causa principal de la arteriosclerosis. Fue un grupo de jóvenes médicos rusos, quienes trabajando en la misma facultad de medicina, centraron su atención en el desarrollo experimental de la arteriosclerosis y su relación con un alimento tan común y económico, como lo es el huevo de gallina. El líder de este grupo fue Nikolai Anichkov, un aristócrata ruso que nació en San Petersburgo en 1885. Anichkov terminó su formación médica en la Academia Imperial de Medicina de San Petersburgo en 1909 y finalmente se doctoró en 1912, trabajando en el departamento de patología de la misma Academia. Anichkov y sus colaboradores consideraron muy seriamente las observaciones de otro colega de la misma Academia, el médico A.I. Ignatowsky.
Ignatowsky (7) era un clínico que estaba intrigado con la arterioesclerosis y sus efectos vasculares. De esta manera, intentó en 1908 hacer lo que ningún otro investigador había realizado: inducir arterioesclerosis en un animal de experimentación. Escogió un animal herbívoro, el conejo, en la acertada creencia que sería un modelo muy propenso al desarrollo de la arteriosclerosis. Alimentó conejos con una mezcla de leche y huevos y observó, con gran satisfacción, que a las pocas semanas de aportar la dieta, la aorta de los conejos mostraba las mismas placas blanco-grisáceas observadas en la aorta de los humanos fallecidos de problemas cardiovasculares. Así, obtuvo por primera vez la reproducción experimental de la patología, aunque lamentablemente su interpretación fue errónea. Ignatowsky propuso que era la proteína contenida en la leche y los huevos la que producía los ateromas. Recordemos que dos años después, Windaus asignó este rol al colesterol.
La información obtenida por Ignatowsky no pasó desapercibida para Anichkov y sus colaboradores. Probablemente a instancias del propio Anichkov, un joven miembro del departamento de patología de la Academia Imperial de Medicina, N. W. Stuckey, repitió el experimento de Ignatowsky, salvo que dio a sus conejos tres suplementos diferentes (8). El primer grupo recibió un homogenizado de tejido muscular de pollo; el segundo grupo un homogenizado de clara de huevo, y el tercero recibió solo yema de huevo. Stuckey advirtió que sólo la aorta de los conejos alimentados con yema de huevo mostraba placas ateromatosas. Este hallazgo dejó suficientemente claro que no era la dieta de proteínas, como Ignatowsky creía, lo que causaba la arterioesclerosis en los conejos, sino una sustancia contenida en la yema del huevo pero no en la clara.
Fue otro estudiante de Anichkov, Sergei Chalatov (9), quien observó que en los ateromas de los conejos alimentados con yema de huevo, se producían pequeñas gotitas de grasa que eran birrefringentes y que mostraban bellas figuras de doble cruz bajo la luz polarizada. Inmediatamente pensaron en dos alternativas para el origen de estas gotitas de grasa; o eran fosfolípidos, que en la yema del huevo son particularmente abundantes, especialmente la fosfatidilcolina, o era colesterol. Para dilucidar esta incógnita, alimentaron separadamente conejos con fosfolípidos y con colesterol, ambos extraídos de la yema del huevo. Para felicidad de los experimentadores y confirmación de su hipótesis, solo los conejos alimentados con colesterol presentaron ateromas.
Experimentos posteriores agregaron otro mérito a Anichkov y su grupo. En los numerosos protocolos que realizaron para producir hipercolesterolemia en los conejos, no todos los animales desarrollaban ateromas. En algunos animales, a pesar de los altos niveles de colesterol plasmático que alcanzaban, no había ateromas. Esta observación fue particularmente intrigante para los investigadores. Nuevamente Anichkov hizo otro aporte importante para el futuro de la relación hipercolesterolemia-aterogénesis. Propuso que el colesterol no era el único causante de la patología, y que había otros factores, que sin embargo no pudo identificar, que también incidían con tanto o más efecto que el propio colesterol. Esos otros factores, que no afectaban tan notoriamente a los conejos pero que sí afectan a los humanos, están ahora bien identificados; la genética en algunos casos, el sedentarismo, la obesidad, el tabaco, el alcoholismo, la hipertensión, la diabetes, entre otros.
El reconocimiento por parte de la comunidad científica del descubrimiento de Anichkov fue muy lento a lo que se le atribuyen varias causas. Después de la revolución de 1917, Anichkov se transformó en un disciplinado comunista, llegando a ser hombre de confianza y amigo de Iósiv Vissariónovic Dzhugashvili (más conocido posteriormente como Joseph Stalin), alcanzando así altos cargos, reconocimientos, y méritos por parte del régimen comunista. La ciencia en la época antes y después de la segunda guerra mundial se desarrolló principalmente en los países de fuera de la denominada "cortina de hierro" por Winston Churchill, existiendo desconfianza y descrédito hacia la ciencia de los países de "detrás de la cortina". Otro aspecto a considerar es que Anichkov publicó muy pocos trabajos científicos y todos en idioma ruso, con lo cual el acceso a los resultados de su investigación estuvo seriamente restringido. La única publicación en idioma inglés fue una colaboración suya para el libro de E. V. Cowdry "Arteriosclerosis: A Survey of the Problem" publicado en 1933. Anichkov falleció en 1964 habiendo obtenido un amplio reconocimiento por parte de la Academia de Ciencias de la antigua URSS, pero siendo prácticamente un desconocido para el resto de la comunidad científica mundial. 
 
Alumno:Antonio Jaimes Calderon 

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